arquitectura bioclimatica

«Durante un día soleado de verano, una hectárea de césped puede llegar a evaporar 22.000 litros de agua, fenómeno que puede tener mucha incidencia en la temperatura del aire. De igual manera, la evaporación diaria de un haya adulta puede proporcionar un efecto de enfriamiento del aire de 1.000 megajulios (es decir, cerca de 280 kw/h o el equivalente a un sistema de climatización de 10 elementos funcionando 20 horas al día).

La diferencia de temperaturas superficiales entre la hierba y el asfalto puede superar fácilmente los 15ºC. La temperatura del aire en la zona microclimática (de 0.30 a 1.20 metros) situada bajo estas superficies presenta también apreciables diferencias del orden de 6ºC o incluso mayores. La disposición y proporción relativa de las superficies de vegetación y de superficies no-evaporatorias (aceras, calzadas, cubiertas, etc.) influirán parcialmente en las temperaturas del aire ambiente. Esto actuará sobre las exigencias de climatización de los edificios de este sector y permitirá eventualmente hacer uso de la ventilación natural como técnica de climatización. Sumemos a lo antedicho que la vegetación ayuda a purificar el aire.

De todas formas, la vegetación debe utilizarse al máximo, y, siempre que sea posible, las superficies construidas, como calles, techos, etc. deberán estar protegidas por las sombras de los árboles.

Las superficies no vegetales son mucho más calientes que el césped (aún más fresco si está regado), pues no pierden calor por evaporación. Una cubierta negra es más caliente que una calzada asfaltada porque la masa de suelo situada bajo el recubrimiento almacena parte del calor. Un recubrimiento ligero de cubierta provisto de un aislamiento situado detrás tiene escasa inercia térmica, es decir, se calentará mucho. En cambio, las cubiertas regadas o plantadas con césped pueden ser muy frescas.» (Roger Camous y Donald Watson, «El Hábitat Bioclimático», GG, pág.29).

«Las plantas, como la hiedra, son medios de climatización muy útiles cuando se colocan cerca de la envoltura del edificio. La temperatura superficial de los muros protegidos del sol se reducirá y, por consiguiente, hacia el interior se transmitirá menor cantidad de calor.

Si, por ejemplo, la cobertura que proporciona una hiedra que asciende por un enjaretado concede una reducción del 50% de la radiación solar que incide por el muro, puede estimarse que se obtendrá para un muro orientado a oeste y durante un día de verano una disminución en la ganancia de calor en torno a 550 kilojulios por metro cuadrado (0.15 kWh/metro cuadrado).

Un muro de hiedra es un dispositivo de sombra eficaz y elegante que simultáneamente protege la fachada contra parte de la radiación solar y enfría la capa de aire que está en contacto con el muro mediante la evaporación del agua superficial de las hojas.» (Roger Camous y Donald Watson, «El Hábitat Bioclimático», GG, pág.33).

Juan Ignacio Llopis Cotanda

Arquitecto Superior