por Henar Fuentetaja

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El mijo es un cereal originario de África, donde se cultiva desde hace miles de años y que fue introducido posteriormente en el continente europeo. En la Edad Media su uso se extendió por Europa porque se le consideró un buen sustituto de los productos animales en los días en los que la religión prohibía el consumo de carne. El mijo se come en las regiones frías de China, Corea y Japón y en algunas partes de Europa y África. Es un cereal redondo y pequeño, concentrado y compacto, que nos proporciona calor y concentración para estemijo momento del año en el que empieza a cambiar la temperatura exterior, dando así paso a un mayor recogimiento interno. Produce gran calidez en el cuerpo y es por eso muy beneficioso consumirlo principalmente a fines de verano y durante el otoño, aunque su uso debería extenderse a lo largo de todo el año simplemente ajustando sus preparaciones (más o menos como el resto de los cereales). También al igual que éstos su uso en las sociedades modernas se ha visto limitado en aras de una alimentación cada vez más artificial, rápida y, lo que es realmente grave y alarmante, desnutrida.

Existen muchas variedades de mijo pero la que solemos usar en Europa es el mijo amarillo, también en dos variantes: una de grano muy pequeño y de un amarillo intenso, que a sim ple vista se asemeja al cous-cous y de cocción bastante rápida (8-10 minutos); y otra cuyos granos son algo más grandes y de un color más pálido y que tarda más en cocer (unos 20 minutos). Lo ideal es ir alternándolas en función del tipo de guiso y del tiempo disponible.

Afortunadamente para los celiacos éste es uno de los pocos cereales libres de gluten. Es también más rico en fósforo que el trigo y especialmente rico en magnesio y hierro. Posee además cantidades interesantes de potasio, fibra y silicio. Precisamente por su contenido en ácido silícico se le puede considerar un indispensable producto de belleza, pues su acción se deja sentir sobre la piel, los cabellos, las uñas y los dientes. Y por si esto fuera poco gracias a su contenido en lecitina y colina, el mijo es un alimento ideal para los intelectuales y las personas débiles. Ayuda al organismo en los procesos de reparación, limpieza y evacuación y es una excelente medicina para el estómago, el bazo y el páncreas y por extensión para toda la zona central del cuerpo, ya que su digestión es fácil y ayuda a calmar el sistema digestivo.

Su sabor nos recuerda a la mantequilla o a los huevos frescos y es un cereal versátil y agradecido a la hora de combinarlo tanto en salado como en dulce, en sopas, en guisos, en ensaladas, con legumbres, como relleno, horneado, en croquetas, en postres… Se puede comer solo, pero su textura resultará un tanto seca y tal vez insípido a todos aquellos que aún no se hayan familiarizado con su delicado sabor, por eso se suele servir acompañado de alguna salsa o bien mezclado con legumbres o verduras. Al enfriarse tiene una tendencia natural a compactarse, por lo que es muy manejable para la elaboración de hamburguesas, albóndigas o croquetas. Si se quiere freír hay que asegurarse bien de que está completamente seco (por eso sería preferible dejarlo enfriar antes de manipularlo para freír) y de que no le quedan restos de agua de la cocción, ya que entonces al entrar en contacto con el aceite empezaría a deshacerse la croqueta o hamburguesa en cuestión y además el aceite saltaría constantemente quemándonos y poniéndolo todo perdido. Claro que como experiencia para no iniciados puede ser divertido: así sabremos qué es lo que NO tenemos que hacer para la próxima vez. ¡Ánimo y echadle imaginación!