La necesidad de nutrientes para nuestro organismo es constante a lo largo de toda la vida. Sin embargo, la cantidad de cada una de ellas varía en función de múltiples factores, entre ellos la edad, que debe tenerse siempre en cuenta, puesto que sus necesidades vienen determinadas por la misma. Tampoco se tienen las mismas necesidades viviendo en un país frío que en el Caribe, o siendo deportista que una persona sedentaria. No obstante, sí podemos hacer unas consideraciones generales atendiendo a las distintas etapas de la vida.
Embarazo, Parto y Lactancia
Durante el embarazo es necesario vigilar estrechamente las carencias que, estadísticamente, son de todos conocidas. Las más habituales son las de folatos (vitamina B9), o de hierro, aunque muy posiblemente también de otros nutrientes difíciles de determinar.
Estas carencias no dejan de ser un riesgo tanto para la madre como para el bebé; en el caso de la madre puede aparecer pérdida de cabello, cambios en la piel, fatiga y en algunos casos depresión; esta situación, si se mantiene durante todo el embarazo, puede traer como consecuencia un parto y una lactancia dificultosa.
Independientemente de las carencias, también la nutrición ortomolecular puede ser de gran ayuda en determinadas situaciones, tales como las náuseas durante los primeros tres meses de embarazo, apoyando la nutrición básica con una suplementación de vitamina B6 (piridoxina); también los calambres pueden mejorar con la ingesta de calcio y potasio.
Existen en el mercado complejos vitamínicos especialmente indicados para la suplementación en el embarazo y la lactancia, que entre otros contienen: vitamina C, vitamina D, vitamina E, vitaminas del grupo B y minerales como el hierro, calcio, magnesio, potasio, zinc, etc.
Es de especial importancia el aporte de ácido fólico nada más saber que se está embarazada, para evitar que el bebé nazca con espina bífida, así como tomar alfalfa en extracto seco durante la lactancia, pues ambas son sustancias estimulantes de la producción de leche.
Un parto sin dificultades depende, sobre todo, de la calidad nutricional del embarazo e incluso de la etapa anterior al mismo.
El bebé lactante
Sin duda alguna la mejor forma de alimentar a un bebé, es con leche materna, en este caso, y siempre que su madre goce de buena salud, el bebé no tiene necesidad de ser suplementado; sin embargo, no sucede lo mismo con los niños alimentados con leches artificiales, la leche materna contiene los ácidos grasos esenciales, indispensables para la formación del sistema nervioso y el cerebro; elementos que no contienen todas las leches artificiales. Este hecho viene apoyado por un estudio británico publicado en la revista «The Lancet», en 1992, donde comparaba el coeficiente intelectual de los bebés prematuros alimentados con leche artificial y los alimentados con leche materna. A la edad de ocho años estos últimos presentaban unas diferencias de 8.3 puntos con respecto a los primeros en su coeficiente intelectual.
Primeria Infancia y Adolescencia
Durante esta etapa, en muchos casos nos encontramos con un sistema inmunitario deprimido, donde son frecuentes los resfriados, faringitis y otras alteraciones como las alergias alimentarias, etc,. Es fundamental considerar en esta etapa el tipo de alimentación con altas dosis de azúcares rápidos, gran cantidad de grasas, y con un problema añadido que es manifestado por una gran mayoría de madres, el rechazo sistemático a una alimentación más acorde con sus necesidades, rica en verduras, frutas,cereales, pastas integrales, etc,.
Un examen de las uñas, cabello, aspecto y color de la piel, lengua, dientes, y algunas preguntas sobre sus hábitos alimenticios, dificultades en su rendimiento físico y psíquico, sueño, evacuaciones, etc., hacen sospechar las carencias y subcarencias con las que nos encontraremos, las deficiencias más habituales son: vitaminas del grupo B, en los casos donde aparece fatiga, depresión y dificultades para conciliar el sueño; hierro, estaremos ante jóvenes irritables, fatigados y con una tez pálida (suelen ser grandes consumidores de azúcares y leche), además en el caso de las jóvenes el problema se agrava con la llegada de la primera menstruación, donde las necesidades de este mineral se ven aumentadas; magnesio, en los casos de calambres, irritabilidad, nerviosismo, etc.; como no suelen tomar ensalada, tienen déficits de ácidos grasos esenciales, indispensable, como hemos mencionado antes, para el desarrollo del cerebro, el sistema nervisoso y necesarios también para el buen funcionamiento del sistema endocrino y equilibrio hormonal, tan importante en esta etapa.
Si logramos que nuestros jóvenes comprendan la importancia de responsabilizarse de su alimentación, el paso por la adolescencia, que en sí resulta en ocasiones difícil, sería mucho menos traumático.
La vejez
La vejez no debe contemplarse como una enfermedad, no es justo pensar que con la edad nos debe acompañar el dolor, o que el padecimiento de muchas patologías se justifiquen tan sólo por tener una edad avanzada.
Bien es cierto que con la vejez aparecen pérdidas progresivas o bruscas de funciones importantes como la hormonal, nos encontramos además, con una baja respuesta inmunitaria, disminución de la producción de jugos gástricos, pancreáticos y hepatobiliares, con la consiguiente dificultad digestiva, reducción de las funciones intelectivas y sensoriales, degeneración articular y ósea, pérdida de piezas dentales, etc,.
A esto cabe añadir la disminución de interés por la cocina, la apatía como consecuencia de la soledad, las carencias afectivas, ausencia de actividad y motivación etc.
Nos encontraremos con deficiencias de: vitamina C, indispensable para la absorción de otros nutrientes (vitaminas del grupo B, hierro, calcio, etc.); vitaminas del grupo B, cuya carencia ocasiona anemia, fatiga, palidez, alteraciones nerviosas, etc.; vitamina D, fundamental en el metabolismo óseo y la función inmunitaria; vitamina A, que interviene en las defensas, los trastornos de la visión, etc.; antioxidantes, como el selenio, metionina y vitamina E, entre otros, necesarios para luchar contra el daño oxidativo, que genera problemas inflamatorios, infecciosos, lesiones orgánicas y degenerativas; y entre los minerales es indispensable el hierro, cinc, magnesio y calcio, entre otros.
En este caso sería recomendable aportar, además de un complejo multivitamínico y multimineral específico, otros elementos que sin duda mejoran ciertas funciones como la memoria y la circulación, es el caso del ginkgo biloba y los bioflavonoides, todos los complementos deben ir acompañados de sol, ejercicio adecuado, una buena higiene emocional, y una alimentación sana y equilibrada, rica especialmente en alimentos crudos.
José Ramón Llorente
Presidente de la «Sociedad Española de Nutrición Ortomolecular».
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